En contacto con el ciudadano
Daniel Fernando
Bertel Rodriguez
Un
factor denominador común en los comentarios de los ciudadanos que asistieron a
las mesas de participación en la etapa de diagnóstico del Plan Decenal de
Cultura Ciudadana y Cartageneidad, sobre todo aquellas enfocadas
territorialmente, fue la baja o nula presencia de las autoridades (o dicho, el
Estado) dentro de las comunidades y los espacios barriales. Muchos ciudadanos llegaban
cargados con una especie de impotencia ante el fenómeno de la desatención de
las autoridades del Distrito frente a los clamores elevados de larga data sobre
problemáticas crónicas sin solución.
Escuchamos
los más diversos problemas, en distintos ámbitos. En materia de salud se
denunciaba la falta de brigadas en algunos sectores, en materia de salubridad,
falta de limpieza de los caños y canales o los procesos de fumigación de plagas
o el tratamiento de las basuras, en materia de transito la falta de solución a
la arbitrariedad en el uso del espacio de la calle. Ello hasta ahora sin
mencionar las carencias manifestadas en infraestructura, que iban desde
locaciones para la Acción Comunal hasta la ausencia de servicios públicos
básicos como el alcantarillado y el acueducto, falta de calles, colegios y
canchas deportivas.
A
esa percepción de parte de la ciudadanía sobre el olvido de la
institucionalidad en términos generales, se sumaban otros tipos de falencias
institucionales denunciadas por las comunidades. Por un lado, se ponía de
presente la actitud vacilante de las entidades para atender los problemas,
rechazando las competencias en los asuntos y enviando a otros despachos con
similares finales. Los ciudadanos, puestos a bregar para el solo hecho de
hallar quien recepciones sus casos, naturalmente pueden percibir la desidia del
servicio público, acentuando aún más la negativa percepción sobre las
autoridades y pensamiento pesimista acerca de la realidad del territorio y sus
chances de mejora.
Por
otro parte, ciudadanos manifestaban no ya la ausencia o la inacción del Estado
en sus comunidades, sino la divergencia entre los requerimientos y necesidades
prioritarias de las mismas, con relación a los proyectos o actividades
promovidas por la administración pública. Es decir, la desconexión de la
planificación con relación a la participación ciudadana, o, mucho más profundo,
la desconexión de la administración con la realidad de sus administrados.
Y
como si fuera poco, los ciudadanos pusieron igual énfasis en las debilidades
existentes en la propia autoorganización comunitaria, principalmente las Juntas
de Acción Comunal, canales ideales para la proposición y la comunicación de la
ciudadanía con las autoridades. Falta de credibilidad, ausencia de organización
o de claridad de la misma, falta de apoyo en el desarrollo y de las capacidades
de los líderes, entre otras circunstancias, alentaban esta situación.
Este
panorama naturalmente no es muy alentador. O al menos revela la magnitud del
trabajo que se requiere para con acciones reales modificar la percepción
ciudadana a bien, sobre lo cual la administración distrital está llamada a
trabajar. Obviamente este trabajo tiene múltiples aristas y disciplinas desde
el cual abordarse, para lo cual habría que repasar al detalle las propuestas
del Plan de Desarrollo.
En
todo caso, parte de ese trabajo está en las acciones de liderazgo, las
actitudes y las conductas de las autoridades, que, quiérase aceptar o no,
tienen alto impacto en las comunidades y las personas que las conforman. Un ciudadano
manifestaba que uno de los problemas de su comunidad era el alto grado de
incumplimiento de la ley y las normas por parte de las personas, sobre todo los
jóvenes. Al preguntársele por la causa de esta situación, señalaba una
responsabilidad de las autoridades, que no hablaban desde el ejemplo en la
moralidad y el arrojo a cumplir con las normas.
Una
primigenia manera en que la administración puede hacer sentir la
institucionalidad precisamente pasa por enviar los mensajes correctos a la
ciudadanía, para lo cual la transparencia es un eje clave. Acercar la
comunicación con las comunidades es un trabajo prioritario al alcanzar, hacerlo
de manera correcta, mostrar preocupación o receptividad, son pasos necesarios
en aras de acabar con la desconexión y el olvido que sienten crónicamente los
ciudadanos.